Recientemente, un comediante provocó controversia al referirse a Puerto Rico como una "isla de basura en el mar". Este comentario encendió la indignación de muchos puertorriqueños y de quienes conocen la verdadera esencia de la isla, pues reduce la complejidad y riqueza cultural de Puerto Rico a una visión simplista y despectiva.
A veces, cuando algunos nos miran desde lejos, sólo ven lo que quieren ver: una isla flotante, un lugar lejano y exótico, tal vez sin valor. Algunos hasta se atreven a llamarnos basura. ¿Con qué moral? Cuando ellos mismos han convertido en basura su propia casa, desde que sacaron a los pueblos originarios de sus tierras. Y mientras critican a Puerto Rico y a toda Latinoamérica, cada vez más quieren mudarse aquí. Hablan mal de nuestra gente y nuestra cultura, pero se vienen a vivir a “nuestro basurero”.
Nos juzgan, pero vienen aquí en busca de lo que ya no encuentran en sus propias tierras, porque ellos mismos han destruido su país. Al no ver salida para resolver la situación, prefieren mudarse a los países que han criticado toda la vida, buscando aquí esa calidad de vida que ellos mismos destruyeron. Y en el proceso, muchas veces terminan destruyendo también la calidad de vida de los demás, desplazando a quienes llevan generaciones viviendo aquí.
Lo que muchos no entienden es que Puerto Rico ha sido una fuente de talento y contribuciones invaluables. Nuestro pueblo ha producido médicos, ingenieros, científicos, artistas y líderes que hoy trabajan para ellos en su propio país, dejando huella y contribuyendo a su economía y desarrollo. A pesar de los insultos y el desdén, de la basura simbólica y los rollos de papel toalla que nos han lanzado en momentos de necesidad, hemos continuado dando lo mejor de nosotros.
Lo que realmente han recibido es nuestro talento, nuestra creatividad y nuestro esfuerzo. Son nuestras mentes y manos las que han contribuido a su nación. La realidad es que aquí, en esta pequeña isla que tanto critican, han encontrado lo que tanto buscan.
Parte de esta visión equivocada nace también de los mismos líderes que hemos tenido. Hemos sufrido el peso de políticos que, lejos de representarnos, han buscado su propio beneficio, ignorando las necesidades y los valores de su gente. Corruptos, incompetentes e ineptos, han sido los responsables de proyectar una imagen que no refleja al verdadero puertorriqueño. Nos han hecho quedar mal en el exterior y nos han hecho parecer como algo que no somos. Porque el verdadero puertorriqueño es honesto, humilde, trabajador y lleno de orgullo.
Pero hay algo que ningún prejuicio puede quitarnos: el orgullo de ser puertorriqueños. Hay un amor profundo que llevamos en el corazón, un orgullo que pocos entienden, pero que para nosotros es tan claro como nuestra bandera. Nos da la gana de llevarla donde quiera que vayamos, de ondearla con alegría y sin vergüenza. Porque nosotros sabemos quiénes somos, sabemos lo que significa ser puertorriqueños, y no importa la imagen que proyecten aquellos que no nos representan.
A cada puertorriqueño que lee esto: no permitamos que las palabras de quienes no nos conocen ni las acciones de líderes que no nos representan definan nuestro valor. Porque más allá de las sombras de la ignorancia, Puerto Rico sigue siendo una tierra de orgullo, de dignidad, y de esperanza. No somos lo que ellos describen ni lo que esos líderes han hecho parecer o nos han hecho creer.
Somos mucho más, y juntos podemos demostrarlo.